
Otro modestísimo dibujo hecho con mis nuevos marcadores
Cada tanto vuelve a aparecer en algún artículo de este blog, la idea de que todo lo que nos rodea y todo lo que nos sucede proviene de nuestro mundo interior.
De acuerdo a esta idea, no sólo somos ciento por ciento responsables de todas nuestras experiencias, sino que creamos también cada detalle de la realidad en la que vivimos, incluso de aquellos eventos o circunstancias que sólo conocemos a través de las noticias, aunque sucedan en una región muy lejana. La realidad sería equivalente a un sueño, donde todos y cada uno de los elementos que percibimos no son más que creaciones de la mente única o colectiva de la que formamos parte.
Así expresada, esta idea contradice nuestro sentido común y nuestras experiencias de cada día. Parece una tontería en la que no vale la pena reflexionar.
Entonces te propongo concentrarte un aspecto parcial de esta idea, en un concepto menos «delirante», más fácil de entender y de aceptar.
La proyección nuestra de cada día
Sigmund Freud acuñó el término proyección para describir un mecanismo psicológico muy simple que puede observarse en todas las personas: hay rasgos de nuestra personalidad (o también conflictos internos) que hemos reprimido, que ya no podemos ver en nosotros… pero que entonces comenzamos a ver de manera exagerada en otras personas (o en situaciones que suceden a nuestro alrededor).
Mucho antes de Freud, la proyección ya se conocía, aunque no se la llamara así:

Y estoy seguro de que muchísimas personas comunes, pero que fueron lo suficientemente observadoras y objetivas, también consiguieron llegar por sí solas a la misma conclusión. En las cuestiones del espíritu todos estamos en igualdad de condiciones para hacer este tipo de descubrimientos.
Cuando alguien que interactúa con nosotros, o cuando algo que sucede a nuestro alrededor, nos hace enojar de una manera exagerada, es cosa segura que vemos «allí afuera» algo nuestro que no podemos ver en nuestro mundo interno.
Debemos sospechar especialmente de esas situaciones que cualquier persona consideraría irrelevantes, pero que a nosotros nos afectan tanto que no podemos dejarlas pasar.
La tarea para hoy, para cualquiera de nosotros que quiera aprender algo muy valioso acerca de sí mismo, es bien simple. Basta con concentrarnos en esos pequeños conflictos que vivimos cada día, en casa, en la calle o en el trabajo, y que tanto nos molestan. Allí descubriremos una pieza perdida del rompecabezas de nuestra realidad interior.
Axel Piskulic
PD: No vale plantearse casos hipotéticos del tipo: «¿Pero qué pasaría si un asesino serial terminara con la vida de todos mis amigos y seres queridos en una sola noche? ¿No estarían justificados en ese caso mi enojo y mi dolor?» Eso es hacer trampa porque se trata de una situación inventada, que no forma parte de nuestra realidad. Lo que estamos buscando son esos otros eventos, bien reales y concretos, que sí nos afectan todos los días.