El elefante y el cocodrilo

El siguiente relato pertenece al libro «Por la fe a la justicia». Su autor es Carlos G. Vallés, un sacerdote jesuita discípulo del padre Anthony de Mello. No todos tenemos una vocación religiosa tan profunda. Y tampoco compartimos necesariamente las mismas creencias. Pero esta historia puede sernos útil a todos por igual: precisamente cuando nos sentimos abrumados por los problemas, es cuando tenemos frente a nosotros una valiosa oportunidad de comprender, de reconocer, de recordar que somos parte de un Poder Superior al que siempre podemos recurrir…

Ilustración de un espíritu femenino que representa al vuelo y al viento (Título: The Spirit of Flight, Autor: Josephine Wall)

El elefante y el cocodrilo

Un amigo mío explicaba esta historia personal suya, o quizá fuese sólo una parábola. Una vez, decía, estaba yo sentado en un departamento del tren, y un niño pequeño estaba a mi lado y comenzó a hacer preguntas como los niños hacen siempre. Me preguntó: «¿Cuándo arrancará el tren»? Yo sentí la oportunidad y contesté muy serio: «El tren echará a andar cuando nosotros empecemos a empujar». El niño abrió sus grandes ojos con sorpresa: «¿De veras?», «De veras», dije yo. «¿Si no empujamos no arranca?»; «No puede arrancar. Una vez que empiece, ya va por su cuenta, pero para que arranque tenemos que empujar», le dije. «Entonces vamos a empujar». «Enseguida; sólo espera un poco a que suban todos los pasajeros. Ya te diré cuándo hay que empezar». Me fijé en el reloj de la estación para estar al tanto de la hora exacta, vi la luz roja cambiar a la amarilla, oí el pitido del jefe de estación y le grité al niño: «¡Ahora!, ¡Empuja con toda tu alma!» Y él y yo nos pusimos a empujar con todas nuestras fuerzas contra el panel del departamento hacia la máquina. El chico empujaba más y más, hasta que sus labios iniciaron una sonrisa y se le iluminó la cara. ¡El tren se movía! Muy despacio al principio, luego ganando velocidad poco a poco, y al fin a toda marcha. El chico estaba encantado. Viajaba en un tren que él mismo había ayudado a poner en marcha. No podía menos de sentirse satisfecho. Decirle que la locomotora funcionaba a vapor hubiera sido estropearle la fiesta. Ya le quedaría tiempo de sobra en la vida para averiguarlo.

Es bueno para el hombre, es el curso natural de los acontecimientos, es providencial para su desarrollo espiritual que empiece la vida con joven entusiasmo, que se crea que es un héroe, que piense que el tren arranca porque él lo empuja. Eso le hará empujar y trabajar y esforzarse, eso le hará rendir con toda la plenitud de sus facultades. Todo eso es importante para empezar bien y echar a andar. La tragedia llega cuando esa actitud, que es sólo actitud de principiante en la vida espiritual, continúa y se perpetúa de por vida, y el hombre maduro continúa empujando trenes como si fuera un niño. El que comienza con la oración, se lanza a conseguir la santidad personal como un estudiante trabajador se lanza a preparar un examen para sacar buenas notas. Eso va bien para empezar, pero el peligro es que esa actitud de «ejecutivo espiritual» puede convertirse en hábito de por vida y hacer mucho daño. Esa actitud sirve sólo para el primer lanzamiento; pero, si se continúa indefinidamente, pronto comenzará a causar inquietud, frustración y desesperación, con la tentación persistente de echarlo todo por la borda, ya que, por muchos esfuerzos que haga, no consigue nada. Los trenes no se mueven cuando los empujamos.

Ilustración de una niña enviando un beso a través del tiempo y el espacio (Título: Child of the Universe, Autor: Josephine Wall)

Quiero definir la actitud práctica tal y como yo la entiendo. Para empezar, esfuérzate con toda tu alma, sin olvidarte de Dios, desde luego, pero casi como si en la práctica fueras a conseguir la perfección por ti mismo, y sigue creyendo bastante tiempo que así es como de hecho sucede. Luego, y este «luego» puede llevar años, frena un poco, mira atrás, examina tus experiencias, sé honesto contigo mismo y admite ante tu conciencia que no estás llegando a ninguna parte, que la perfección está más lejos que cuando empezaste, que aún no eres santo ni llevas camino de serlo, que rezas peor que al principio y tienes más distracciones y tentaciones que nunca; y vuélvete a Dios y reconoce que sólo de su misericordia y de su gracia puedes esperar ayuda para avanzar y conquistar. Si no haces todo lo que está en tu mano y fallas, nunca puedes llegar a ser de veras humilde, porque te seguirás diciendo por lo bajo que si lo hubieras intentado más en serio, lo habrías conseguido. Haz todo lo que puedas, ten la satisfacción de que no has escatimado nada, déjate sentir en pleno la futilidad de tus esfuerzos por sí solos, admite la derrota, y vuélvete a Dios, entrégate a él y abre tu vida de par en par a la acción de su gracia. La fe fecundará tus esfuerzos, y tu vida dará fruto. Estás en buenas manos.

Una historia de la mitología india. El elefante del dios Indra, Gajendra, había ido a bañarse en el río. El elefante es símbolo de fuerza y poder, de autosuficiencia cuando se trata de tirar o empujar o luchar o abrirse paso por donde sea. No necesita la ayuda de nadie para dominar la selva y vivir su vida. Y, sin embargo, esta vez Gajendra tenía problemas. Un cocodrilo del río se había acercado sigilosamente, había apresado una de sus patas delanteras en sus mandíbulas y lo estaba empujando hacia la corriente de las aguas profundas. El elefante se resistía, pero sin éxito. El agua no era su elemento, sus pies resbalaban en el barro, y el dolor producido por los dientes del cocodrilo lo cegaba y enfurecía. Gajendra tiraba con toda su alma, quería salvar la vida, el prestigio, el puesto del más fuerte habitante de la selva. Lo haría una vez más como siempre lo había hecho; era sólo cuestión de reunir todas sus fuerzas y liberarse de una vez. Lo intentó. Y perdió más terreno. Viendo entonces que pronto iba a desaparecer bajo las aguas y no quedaría ni rastro suyo, cambió de táctica. Se acordó de Dios y rezó, como hasta los elefantes pueden rezar en las leyendas para dar ejemplo al hombre: «No puedo salvarme por mis propias fuerzas. ¡Me hundo! ¡Sálvame!» En aquel mismo instante apareció el dios Visnú, montado en su águila Garuda, y salvó a Gajendra de los dientes del cocodrilo y de su propia soberbia. El auxilio divino apareció cuando el ser más fuerte de la tierra reconoció que ya no podía más.

Parábola de gracia y de fe. Dios viene cuando el hombre reconoce su propia limitación. Cuando abandonamos nuestra soberbia es cuando nos abrimos a la fe. Entonces comienza la mejor etapa de la vida.

Carlos G. Vallés

Las ilustraciones son de Josephine Wall.

Descargar este artículo para poder imprimirlo o enviarlo por e-mail.

Si te gustó este artículo, por favor...

No te vayas sin compartirlo

No te vayas sin dejar tu comentario

No te vayas sin suscribirte gratis por mail... Gracias!

Para suscribirte gratis y no perderte ningún artículo

209 comentarios en “El elefante y el cocodrilo

  1. Gracias por publicar estos artículos tan motivadores. Me levantan el ánimo y tambien me impulsan a seguir adelante y encontrar nuevas herramientas para lidiar con los desafíos de la vida positivamente. Y también me ayudan a disfrutar los buenos momentos de la vida.

    Mil gracias!!

  2. Mi momento actual es horrible. Arruinado en lo económico, mi mujer ha pedido el divorcio, basándose en no sé qué desavenencias. Hasta aquí bien, pero tengo dos hijos, niño de 17 años y niña de 15 y autista. Según el juez, tengo que abandonar la vivienda, por el motivo de no saber muchas de las actividades caseras. ¿Injusto? Sí. La vivienda la llevo pagando yo, mi mujer no ha puesto ni un euro en la relación, ya cercana a los veinte años de matrimonio. ¿Qué hago? Rogar a Dios, que me dé fuerzas. Es lo que voy a hacer.

  3. Gracias por recordarme que puedo confiar y pedir «Sálvame».

    No es que me sienta superior sino que estoy en un momento difícil de mi vida e intento «salvarme» por mis propias fuerzas y no puedo. Solo necesito confiar y pedir!!!!!

  4. Hola Axel,

    En verdad sea cual fuera tu creencia religiosa siempre el ser supremo acude a ayudarnos en los momentos con mayor necesidad.

    Un fuerte abrazo,

    Elsa

  5. Hola:

    Hay muchas ocasiones en que somos soberbios y no queremos reconocer que hay un ser supremo que nos ayuda, pensamos que todo lo podemos resolver, porque a lo largo de nuestra vida hemos resulto problemas, pero como dice la fabula hay que ser mas humildes, porque algunas cosas las podremos hacer y para otras necesitamos ayuda.

  6. Excelente artículo. El autor al que te refieres tiene otro libro muy sabio también, «Deja a Dios ser Dios». Una obra maravillosa que nos muestra cómo nosotros mismos impedimos o bloqueamos Su trabajo.

  7. Cuando pensamos que nada tiene solución, y entregamos nuestras preocupaciones a Dios y pedimos que se haga su voluntad, descubrimos un mundo nuevo lleno de tranquilidad y de paz. Yo, en este momento de mi vida, he aprendido y conectado con Dios de una manera tan especial y debo agradecer todo lo que me he pasado, porque así me pude acercar a Él y sentir que sí es posible encontrar paz, se uno entrega, confía. Y he descubierto que de todas maneras el tiempo de Dios no es el nuestro.

    Gracias, gracias, gracias.

  8. Hoy estoy siendo bendecida por Dios, estoy permitiendo la ayuda de mi familia y amigos, Gracias!!!!!! Es lo único que se me ocurre decir, por su apoyo, guía, me siento sumamente consentida, amada…

  9. Excelente articulo, la verdad es que la vida cambia en el momento en que reconoces que Dios es el único que puede ayudarte cuando reconoces que tus fuerzas sin él son limitantes, primero debemos reconocer el valor de Dios en nuestras vidas y luego invitarlo para que nos acompañe en este viaje por la vida. Gracias mil y mil gracias por estos artículos tan enriquecidos para poner en práctica y crecer como seres que somos. Éxitos y felicidades!!!

  10. Es impresionante cómo nos mentimos a nosotros mismo, pensando que por nuestras propias fuerzas salimos adelante, solo con Jesús podemos alcanzar los sueños que él pone en nuestros corazones.

  11. Practicar la humildad hace bien, porque cuando pensé que era el centro de todo y de todos, en realidad miro atrás y no era nada.

    Saludos desde Suecia

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *