
Este vendría a ser yo, tratando de instalar Windows 10 en la computadora
Llegó el momento de cambiar mi computadora.
Parece que ahora hay que tener Windows 10, la última versión del sistema operativo de Microsoft. Y como más o menos me doy maña con estas cosas, me propuse instalarlo yo mismo.
No es tan fácil como dicen. Fue un proceso bastante largo y con muchas sorpresas. Y como todavía estoy instalando el resto de los programas, las complicaciones aún no terminaron.
Claro que no fue lo único que tuve que hacer por estos días. Mi antigua computadora terminó en casa de unos amigos, y allí también hubo algunos problemas que tuve que resolver. Y mientras tanto la vida continúa: la revisión técnica del auto, periódica y obligatoria, salió mal y hay que llevarlo al mecánico, tengo que acompañar a mi papá a los médicos y, claro, hay que cocinar cada día, hacer las compras y ocuparse (junto con Jenifer!) de todas las tareas rutinarias.
Sin olvidar que mientras me afectan estos problemas, mi país atraviesa una nueva crisis económica, Estados Unidos y China están librando una guerra comercial y el mundo entero parece un lugar bastante complicado para vivir.
Me sentí un poco abrumado por tantos contratiempos inesperados. La Ley de Atracción asegura que creamos o atraemos cada experiencia que nos toca vivir, y lamenté entonces estar enredado en estos problemas que estarían reflejando un desorden equivalente en mi mundo interior.
Así están las cosas por aquí en estos días.
Como tantas veces me vuelvo a preguntar si los problemas realmente pueden evitarse poniendo orden primero en la propia cabeza. Íntimamente sé que es así, aunque es evidente que todavía tengo mucho por aprender.
Y respecto de este aprendizaje, me daría por muy satisfecho si después de esta semana tan complicada pudiera aprender aunque sólo sea esta sencilla lección:
Al mal tiempo, buena cara.
Parece muy fácil pero en la práctica se suele complicar bastante. Más o menos como el sencillo proceso de instalación de Windows 10.
Axel Piskulic
